LAS
ERMITAS DESCONOCIDAS
El
jueves Santo de 2005 se realizó en la Casa de Cultura una CHARLA
CON DIAPOSITIVAS sobre las 6 ermitas de Valderrobres, a cargo de Manuel
Siurana Roglán.
Se
expone aquí el contenido de dicha charla.
LA ERMITA DE LOS SANTOS
El
templo se construyó entre 1418 y 1420, a pesar de que en la fachada
figura la fecha de 1685, que corresponde a una de las múltiples
reformas que hubo que afrontar para reconstruir algunos hundimientos.
El edificio es de piedra sillar,
de planta rectangular, dividida en cuatro tramos, de los que el primero
actúa a modo de presbiterio, quedando separados entre sí
por medio de arcos fajones sin moldurar, sustentados en pequeños
pilares prismáticos. La cubierta es en forma de bóveda
de cañón ligeramente apuntada, pero los arcos y las paredes
presentan un adentramiento en la base, que ofrece un alzado lanceolado
o túmido. Entre los arcos corre un banco de piedra. En el cuarto
tramo ascendía una escalera hasta el coro, de construcción
más tardía y luego hundido. En el tercer tramo hubo un
púlpito. También quedan restos de revocos de yeso y pintura
y señales de un altar adosado, que actualmente sustituye un cuadro
moderno con las imágenes de San Abdón y San Senén.
Más recientes son el altar, el soporte del cuadro y la pila de
agua bendita, realizada por Higinio Adell y donada en 1992 por los quintos
de 1967.
La
portada muestra un arco ligeramente ojival, con las dovelas bien trabajadas
y una factura muy pulida, que posiblemente corresponda a la fecha de
1685, en que debió construirse la casa adosada y se modificó
la portada, colocando en el interior vigas de madera. Sobre ella se
abrió una ventana. La cubierta exterior es a doble vertiente
con tejas de piedra, en las que han nacido múltiples formaciones
vegetales. Una espadaña muy sencilla, situada en el vértice
del tejado de la masía, en confluencia con la ermita, sustenta
la campana.
La
obra es difícilmente encajable en ningún estilo artístico
concreto, aunque bebe de las influencias góticas y debe englobarse
en lo que se da por llamar "arte popular".
El
21 de julio de 1630 se registra una boda en la ermita. El novio es Pablo
Naheriges, de Torre del Compte, y la novia es Catalina Pagés,
de Valderrobres.
LA ERMITA DE SAN CRISTÓBAL
La
ermita de San Cristóbal se halla en la montaña llamada
"Cantacorbs". Sobre parte de ella sus actuales propietarios
construyeron una vivienda rural, en la que se aprovecharon algunos sillares
del antiguo templo, aunque otros están esparcidos por el suelo.
De
la construcción primitiva únicamente quedan los cimientos,
el suelo de piedra, y restos de los muros de 80 centímetros de
espesor y no más de un metro de altura, que, en parte, han sido
mal reconstruidos y que completan el presbiterio, el primer y el segundo
tramo, quedando el tercero bajo la vivienda moderna. De los restos conservados
se deduce que el edificio, en el que cabían unas cien personas,
era de planta rectangular, con cabecera de igual longitud que los demás
tramos, de los que la separan dos escalones. Además en la zona
central del presbiterio, algo escorada hacia la izquierda, está
la plataforma sobre la que se sustentaba un altar, que posiblemente
estaba delimitado por un palio o baldaquino de madera, del que se conservarían
los huecos para su encaje en el suelo. En la construcción se
utilizó la piedra sillar, mientras que las tejas eran planas,
de arcilla.
Cada
tramo quedaba separado del contiguo por un arco fajón, ligeramente
apuntado y algo cerrado en la base, dando una sensación de túmido.
De lo que cabe deducir que el sistema básico de cubrición
era la bóveda de cañón apuntada, por lo que el
edificio posiblemente tendría una antigüedad similar a la
ermita de los Santos (siglo XV). Teniendo también adosado al
muro un banco de piedra, salvo en la cabecera y en el lado de la Epístola
del segundo tramo donde estaba la puerta.
Desde
el lugar donde está la ermita hay una impresionante vista sobre
el pueblo.
El
primer dato histórico que poseemos sobre ella se remonta al año
1606, en el que consta la presencia del ermitaño Juan Rafel,
a quien siguieron muchos otros, siendo el último Cristóbal
Escurpí en 1780. Desconocemos la fecha de su ruina, pero en 1817
ya tenía un trozo de techo y una pared derruidas, por lo que
no se podía celebrar la misa.
Las
especiales circunstancias históricas del siglo XIX impidieron
su reconstrucción, ya que el Ayuntamiento, que era su patrono,
desde 1807 había dejado de pagar los 137 reales y 8 maravedíes
con que estaba dotada, pasando más tarde, cuando se perdió
el culto, a propiedad privada.
LA ERMITA DE SANTA MAGDALENA
La
ermita de la Magdalena está en la muela del mismo nombre, que
se encuentra junto a la carretera de Fuentespalda, donde está
señalizada. Debiendo realizar veinte minutos de ascensión
a pie para acceder hasta ella
Tanto
la ermita como las construcciones anejas se adaptaron perfectamente
al terreno abrupto y a las oquedades de la montaña, formando
un templo rupestre, que aprovechó una cueva natural, de 11,5
metros de profundidad en su zona central y una altura de 6 metros en
la parte más elevada, para adosar unas paredes laterales y otra
frontal de mampostería de 8,5 metros de achura con la finalidad
de ganar otros cinco metros de profundidad, formando por todo ello una
planta irregular.
La
piedra sillar únicamente se utilizó para las esquinas,
las ventanas, la portada y el arco que une la cueva con la zona edificada.
Este arco, rebajado, es el único elemento de interés arquitectónico,
ya que mide 8,5 metros de luz por 5 de altura; sus dovelas están
perfectamente talladas y ochavadas, buscando un mayor efecto visual.
La cueva se separaba de la zona edificada por medio de dos peldaños
tallados en la propia piedra.
El
acceso está en el lado oriental, donde quedan restos de un muro
en el que hasta el pasado año se abría una portada de
medio punto. En este muro y en el septentrional, también bastante
derruido, se abrían algunas ventanas. Mientras que el muro occidental
no muestra ningún interés y se mantiene prácticamente
completo.
El
altar estaba situado sobre una plataforma y adosado al muro norte, pero
ligeramente descentrado.
En
el ángulo noroeste había un pequeño coro, situado
sobre una sacristía. Las paredes de la obra estaban revocadas
y enlucidas en color blanco. La cubrición se realizaba sobre
grandes vigas de madera apoyadas en el arco de acceso a la cueva y en
el muro frontal.
Actualmente
la ermita presenta un aspecto lamentable y los bloques de piedra están
caídos por la ladera de la montaña.
A
unos cincuenta metros de la ermita hay una construcción aneja
de dos plantas. Servía para la celebración de la fiesta,
ya que no existen noticias de la presencia de ermitaños.
No
hay datos sobre la construcción de la ermita y no existen elementos
artísticos que puedan ayudar a su catalogación, pero nos
atreveríamos a situarla en el siglo XVI, en base a su advocación
y al trazado de las dovelas, pero en todo caso fue fruto de la devoción
y del trabajo popular. Su patrono era el Ayuntamiento y estaba dotada
de un cahíz y dos fanegas de trigo de treudo perpetuo, administrado
por dos limosneros que nombraba anualmente el Ayuntamiento. En 1854
aún se celebraba la misa alguna vez al año y el deudor
del treudo era Joaquín Mañá.
LA ERMITA DE SAN PEDRO MÁRTIR
En
el archivo parroquial de Valderrobres se conserva el certificado de
colocación de la primera piedra en la ermita de San Pedro, que
es del tenor literal siguiente:
"Certifico el infrascrito
vicario de esta iglesia parroquial de Valderrobres que en el día
11 de septiembre de 1780 con asistencia de mosén Blas Cervera,
natural de esta villa y beneficiado de la parroquial de Beceite, usando
de la comisión que me concedió el Ilustrísimo
Señor don Bernardo Velarde, arzobispo de Zaragoza puse la primera
piedra en la capilla de los santos gloriosos San Pedro Mártir,
San Marcos y Santa Bárbara, que se hizo entre las masadas de
Riba y para que conste lo firmo en dicha villa de Valderrobres, a
20 de septiembre de 1780. Licenciado Joaquín Ibáñez,
vicario".
De
lo dicho se deduce que la ermita se construyó entre dos propiedades
de la familia Riba, que en aquellos años pertenecían a
los hermanos Jaime y Blas, de los que el primero tenía un hijo
llamado Marcos, en nombre del cual la ermita tuvo la segunda advocación
y la masía adquirió su nombre. El culto se sufragaba con
las limosnas que aportaban los fieles de las masías próximas,
siendo habitual la celebración de primeras comuniones hasta antes
de la guerra. Pero, al parecer, nunca se realizaron romerías
desde Valderrobres.
La
ermita sufrió las lógicas modificaciones temporales, de
ahí que figure la fecha de 1910 en la puerta, con las letras
E-M (Enrique Micolau) y 1955 en el interior (cuando se rehabilitó
tras la guerra), con las letras B-M (Boné Micolau).
Actualmente
la ermita se conserva en pie, pero está en desuso desde hace
muchos años. Es una obra muy sencilla, construida con piedra
sillar en la fachada y esquinas y mampostería en el resto; de
planta cuadrada, de algo más de cuatro metros de lado, en la
que escasamente pueden caber treinta personas. Su interés radica
en el sistema de cubrición, puesto que se cierra por medio de
una cúpula sobre pechinas. En el interior las paredes están
recubiertas de mortero y pintadas en azul y rosa. La cúpula es
semiesférica por el interior, pero exteriormente tiene forma
algo bulbosa. La puerta la cierra un arco de medio punto. Por el exterior
muestra una cornisa ligeramente saliente y moldurada, que rodea toda
la ermita.
Aún
se conserva un altar y un retablo de albañilería. El retablo
se divide en dos pisos y tres calles, separadas por estípites
y pilastras adosadas. En la calle central, más prominente, se
abren sendas hornacinas y un hueco cuadrado para el sagrario. En la
parte superior hay ornamentación vegetal muy abarrocada.
LA CAPILLA DE SANTA BÁRBARA
En
los archivos parroquiales de Valderrobres se conserva el certificado
de bendición de la capilla de Santa Bárbara, situada junto
a la fábrica Zurita, desde hace años llamada Fábrica
Bonica. El certificado es del tenor literal siguiente:
"Certifico el infrascrito
regente de esta iglesia que en cumplimiento de una comisión
que me dio el Ilustrísimo Señor Agustín de Lezo
y Palomeque, arzobispo de Zaragoza, visité y bendije con arreglo
en todo al ritual romano la capilla que con las licencias necesarias
había hecho construir don Gaspar de Zurita en la fábrica
de papel en el término de Valderrobres y partida de los estrechos
y asistieron a dicha visita y bendición don Joaquín
Mañá, don Joaquín Arrufat, don Benito Martínez,
beneficiados de esta iglesia y don Bernardo Crespo, diácono
capellán de Torre del Compte, después celebré
la primera misa, habiéndose practicado todo en el día
25 de noviembre de 1790 y fue erigida a la gloriosa Santa Bárbara
para patrona de dicha capilla. Valderrobres, noviembre, 25, de 1790.
Licenciado José de Roda, regente comisionado".
Esta
capilla respondía a la tradición de las colonias fabriles
tan típicas en Cataluña, donde el empresario intentaba
aglutinar en torno a la factoría todos los servicios necesarios
para los obreros, incluida la atención espiritual, pero, en este
caso, también respondía a la profunda religiosidad de
la que hacia gala la esposa de Gaspar Zurita, Josefa Moreno. Aunque
la vida útil del edificio fue muy corta, ya que un incendio acabó
con ella en fecha indeterminada de la primera mitad del siglo XIX.
El
edificio es de planta rectangular, de 30 metros cuadrados de superficie
y está adosado a la fábrica. Utiliza como materiales de
construcción la mampostería, excepto en las esquinas en
que se utilizan sillares y en la parte alta donde se usa la piedra tosca,
más ligereza y dúctil, ideal para decorar la cornisa que
bordea toda la construcción. Por el interior las paredes estaban
cubiertas de yeso labrado y pintado, buscando un toque artístico
y la cúpula se realizó con ladrillos. Su estructura se
divide en dos tramos separados por un arco de medio punto, apoyado sobre
pilares. El espacio que correspondía al ábside era rectangular
y estaba cubierto con una bóveda de terceletes, que aún
está prácticamente en pie. La sala de oración es
cuadrada y se cubría por medio de una artística y bien
lograda cúpula aplanada sobre pechinas, que aún se conservan
en pie. El tejado era a doble vertiente, por lo que en el lado norte,
en combinación con la cornisa, formaba un gracioso frontón
triangular. La portada está hecha con bloques de piedra volumétricos
y el dintel es monolítico.
LA ERMITA DE SAN MIGUEL DE ESPINALBAR
Los
primeros datos históricos que disponemos de esta ermita se remontan
al año 1324, en que es la única que se cita de entre las
de Valderrobres en el testamento de Ramona Zavit.
La
devoción a San Miguel debió ser grande en la zona, especialmente
en la sierra de Espinalbar, nombre que procede de la planta silvestre,
el espino albar, que crecía abundantemente en ella y que se asemeja
al acebo o grébol por sus pinchos, flores blancas y frutos rojos
y que se mantuvo en la tradición de la romería anual de
mayo, mes en el que florecía.
El
archivo parroquial de Valderrobres guarda abundante información
sobre la ermita, procedente de las visitas pastorales y de los inventarios
artísticos. En síntesis podemos indicar que en el siglo
XVI se realizaron al menos dos obras menores de mantenimiento, en una
de las cuales se modificaron los accesos. Pero a principios del siglo
XVII la ermita sufrió un incendió que la destruyó,
siendo reedificada entre 1610 y 1612, a cuya época pertenecen
los restos actuales. La citada reconstrucción se llevó
a cabo con las rentas asignadas a la ermita, con las limosnas que se
recogieron, con algunas jocalías de la parroquia y con el trabajo
gratuito que realizaban los masoveros de la zona los domingos después
de oír misa. Los encargados de la obra fueron Cristóbal
Almenara y Melchor Gil. Una vez adecentada, se volvió a colocar
el retablo que tenía y que había sido arreglado en Alcañiz.
A
principios del siglo XIX la ermita tenía asignadas 24 libras
jaquesas para su mantenimiento, las cuales las aportaba el Ayuntamiento,
que se encargaba de su administración.
Las
imágenes, el altar y el retablo fueron destruidos en la guerra
civil, pero a principios de la década de los cuarenta Leonor
Albesa regaló una nueva imagen de San Miguel, de 1,2 metros de
altura, de escaso valor artístico, que aún se conserva.
En
1988 se hundió el techo y así permanece desde entonces.
A pesar de ello podemos hacernos una idea de cómo era. Una arcada
de medio punto realizada con piedra de tosca escuadrada, sobre la que
se asienta un hueco para la campana, la separa de la era. Tras la arcada
hay un patio alargado a uno de cuyos lados se sitúa la puerta
de arco rebajado, de acceso al interior. La planta era rectangular,
sin ninguna pretensión artística, distinguiéndose
dos espacios, el hastial bajo el coro y el resto, es decir, presbiterio
y sala de oración formando un único espacio. El techo
se cubría a doble vertiente interna y externamente, con tres
grandes vigas transversales, la mayor en el centro y parte más
alta y con viguetas entre ellas. El suelo era de losas rústicas.
En la cabecera estaban el altar y el retablo. También había
un púlpito de madera a mitad del muro occidental. Se mantiene
en pie el coro y su escalera de acceso. En el muro oriental es visible
un contrafuerte perteneciente a la primera edificación. Los materiales
usados fueron la madera y la piedra, tallada o sin tallar, arenisca
en las zonas bajas y tosca en las altas, quedan también restos
de revoco y de pintura con cenefas vegetales.